Soledad, de Juan Fco. Plaza
Ésta es ella. El dolor, la impotencia, surgen de la certeza de lo inevitable. De que es imposible observar desde otro punto de vista, entrar en el lienzo y sostener su mano, o encontrar consuelo para lo inconsolable. La certeza -su certeza- de que está sola.
Cuando comenzó la invasión de Irak y durante su posterior ocupación, en este país decidió una minoría, concretamente la que mediante la opinión o los valores convertían la maniobra militar en el proceso liberador de un pueblo oprimido, y las bajas civiles en males menores. Dicho esto, no debería asombrar que cuando la mayoría enmudecida por los principios personales de un presidente integrista, tuvo oportunidad de expresarse, lo hiciera contundentemente.
Para la realidad hay tantas interpretaciones como pares de ojos caminan por esta tierra. Así, nuestro modo de vida, o nuestros valores, como gusta decir el señor de los bigotes, ni es tan libre, ni tan defendible, ni merece el precio de la piel o la vida ajena. Y si en un espejo nos miramos y presumimos, coño, qué guapos y qué civilizados somos, no faltan otros en los que con más desagrado nos descubrimos como esa porción privilegiada del globo que subsiste gracias a la esquilmación, explotación de otras tierras menos favorecidas y por tanto, nuestra superioridad económica y militar, o dicho de otro modo, el empobrecimiento y la miseria de los otros. Y llegados a este punto, conviene centrar los recursos en mantener esta situación injusta, si por justicia se entiende dar a cada uno lo suyo, y hacerlo al precio que requiera la situación, sin pararse en voluntades populares ni derechos humanos. Y si no, nos vamos al carajo todos.
Es evidente que lo anterior no soportaría ningún examen lúcido que respete la máxima de que la adaptación al entorno nos dirige a la supervivencia en las mejores condiciones posibles. Por tanto, me interesa señalar que lo dicho hasta ahora se debe leer en el lenguaje preferido, y predefinido diría yo, de nuestro ex-presidente. Es decir, que es un juicio moral, a la vez que una visión moderadamente coherente y ajustada a la realidad, radicalmente contrapuesta a la ofrecida por nuestro anterior gobierno, que tristemente en el momento más decisivo dejó de ser nuestro para ser solamente suyo.
(Ver la noticia culpable)
Leía ayer una noticia (no coloco el vínculo, que estoy perezoso) en la que se contaba, al son del tambor y el clarín, la hazaña de un muchacho soldado en la guerra de Irak. La hazaña consistió en morirse, o mejor dicho, que lo asesinaran. Y contaría como un muerto más, así de insignificante, sino fuera porque renunció en su país, los Estados Juntitos, a un contrato millonario para alistarse en el ejército, dejando a su jovenzuela esposa esperando su regreso. Cosas del patriotismo, supongo.
Reconozco que lo primero que pensé al leerlo es que al hombre ése le faltaba un verano. También, que la culpa la tenía la educación patológica a la que someten a sus niños los yanquis de banderita y cabeza cuadrada. Una amiga estadounidense me aclaró que no es tanto, que la mayor parte de los soldaditos se alistan por los motivos universales que mueven a los mozos de cualquier nación, o sea, ganarse la vida.
Entonces sí que me quedó claro. Un pringado que ve el futuro negro como el sobaco de un grillo decide jugarse la vida, no por ningún aguilucho colgado en un pedazo de tela, sino por sobrevivir (curiosa paradoja, por otro lado). Le mandan al otro barrio y sí, vale, marcha para allá con la banderita sobre el féretro y todos los honores. Pero es un número más en la cuenta. En cambio, a otro elemento se le va la pinza mientras escucha un telediario y decide dejar a un lado una vida exitosa, tres millones de euros de exitosa concretamente, para ir a luchar... ¡por la patria! Por tal sacrificio, ni que decir tiene, recibe la mención pública de "héroe".
Pues a mí que me lo expliquen. Porque o a mí ya me tiene arrinconado el Alzheimer, o es que a estas alturas ya no atinamos a distinguir a los héroes de los gilipollas.
Esta noche estoy casi tan triste como cansado, y me gustaría desahogarme, pero no puedo. En primer lugar, porque me da reparo colgar mis calzones a la vista de cualquiera que sienta el impulso voyeur y el mal gusto suficiente para contemplarlos. Y en segundo, porque no es sólo asunto mío, y debo un respeto. Así que como siempre, que no es poco ni mucho, sino una forma de contar sin decir, sigo con unos versitos de algún señor que sabía vestir mucho mejor que yo sus miserias. Y mañana será otro día, ¿no?
Qué hacer para perseverar
qué, para no desalentarse.
Para velar el fuego sin que se extinga, sin que devore.
Para un tumulto de impaciencia se envaine en la
precisión del tiempo,
el dolor parta su ímpetu en amaestradas pulsaciones
y en la impasibilidad de una máscara se funda,
solemne,
el desengaño.
Qué hacer para no olvidar sin sucumbir,
para que no prevalezca la constancia a expensas de un
obstinado y patético combate...
ANA ROSSETTI
Y ahora va de informática. Menudo blog esquizofrénico que tengo. En fin.
He leído en la página de Ramón Buenaventura las recomendaciones que Lockergnome hace para quien quiera sustituir los programas de microsoft por otros con las mismas o mayores prestaciones. Por ejemplo, el messenger por el trillian.
La sustitución que más me interesa es la del navegador Iexplorer por el Firefox, que es el que yo uso actualmente. Ramón advierte a los novatos que no es tan sencillo de instalar y de usar como el de microsoft. Y es cierto. Pero también lo es -aunque no lo diga- que las prestaciones que se consiguen una vez has pasado unos minutos enterándote de cómo sacarle provecho, deja al Iexplorer a la altura del betún.
No voy a enumerar sus ventajas, que para eso hay multitud de páginas que lo hacen muy bien. Tan sólo un par de detalles que me llamaron la atención cuando comencé a usarlo. Primero, y más importante, la privacidad. Te permite tener verdadero control sobre las cookies y los archivos temporales (o caché) del navegador. El Iexplorer te engaña: das al botón de borrado pero aún te deja embarradas las carpetas donde se van guardando imágenes, etc. mientras navegas. Además, puedes controlar perfectamente las páginas que dejan cookies, cuándo expiran, y te da la posibilidad borrarlas selectivamente, impedir que determinado lugar las deje, entre muchas más opciones. En segundo lugar, dispone de "extensiones", que como su propio nombre indica, son añadidos que aportan aún más funciones para el navegador (gestores de descarga, administrador de favoritos para comprobar actualizaciones, lanzador de otras aplicaciones, lector de enlaces en texto plano, etc.).
Es cierto que algunas páginas no se visualizarán correctamente, y entonces habrá que emplear el iexplorer o desactivar alguna opción de seguridad en el Firefox. Porque si no se ven correctamente, es porque Microsoft, en su estupenda política tan afín al espíritu de la red, no respeta los estándares en la realización de las páginas web, de forma que si no es con su navegador no se visualizarán correctamente.
En fin, que os recomiendo cambiar de navegador. El Firefox me parece buena opción. Es más seguro y además forma parte de lo que se llama "software libre", y está por tanto en constante mejora. Aunque esto, como todo, para gustos.
Me ha llegado esto al correo. Me pareció interesante, pero no conozco la fuente.
Si el fanatismo fue la enfermedad del catolicismo, y el nazismo la enfermedad de Alemania, no hay duda de que el integrismo es la enfermedad del islam. Así se expresa Abdelwahab Meddeben su libro La enfermedad del islam, en el que hace un riguroso estudio de lo que llamamos integrismo y cómo los sucesos del 11 S en Nueva York y los del 11-M en Madrid son producto de un resentimiento contra la Modernidad. Según Meddeb los terroristas, que hacen aflorar sus instintos más primarios de la lucha por el territorio, son hijos de su tiempo, el producto puro de la americanización del mundo.
Nos enfrentamos, según el profesor Pedro Martínez Montávez, experto arabista y gran conocedor del pensamiento islámico, ante un neoimperialismo, un neocolonialismo que Oriente va a desencadenar contra Occidente, el islam contra la cristiandad, la fuerza primitiva del orden religioso y fanático contra la democracia, para combatir así la posición hegemónica de los EEUU, gobernado ahora mismo por un grupo neoconservador de actitud arrogante y mesiánica a cuya cabeza se encuentra Bush, y sus adláteres, entre los que se encuentra España y supone el eslabón más débil de la cadena, de ahí los ataques que venimos sufriendo y que tienen trazas de continuar. Según el catedrático de Historia de las Ideas, Antonio Elorza, el terrorismo islámico tiene un trasfondo exclusivamente religioso. Si no leemos el Corán, leamos por lo menos a Bin Laden... porque la yihad no es un invento propio de la ignorancia occidental, sino una práctica que en su forma presente, el terrorismo islámico, constituye una de las principales amenazas para la convivencia entre los hombres. Lo aprendimos el 11 M. El profesor Elorza tiene publicado un libro, Umma: el integrismo en el islam, que puede sacar de muchas dudas.
Cada día, en cada hora, multitudes de palabras
se intercambian entre bocas y orejas.
Cada cual, algunas veces, se empeña en demostrar
nosequé paraqué. Es la comunicación humana, tan efectiva
como la bombilla de cartón.
En cambio, algunas ocasiones especiales iluminan
los rostros de quienes saben evitar las palabras
y se reúnen en compañía de diez dedos y una mirada de frente
-tan poco comunes hoy día-.
Incluso, se puede decir, es posible realizar algo magnífico
de las miserias de cada uno, cuando bailan vivas en unos labios
extraños.
No es una alegoría del amor. Es el estúpido romanticismo
del desencanto.
Pues eso, que como es evidente, estoy intentando cambiar el aspecto a esto. Nunca pensé que robar fuera tan difícil: la plantilla que estoy tratando de aplicar corresponde a otro gestor de contenido diferente al MT, que se llama Wordpress, y me está costando mis sudores que se parezca al original.. Como no tengo ni puñetera idea de códigos, estoy empleando el método ensayo-error hasta que parezca esto una cosa razonable. A ver si consigo que quede todo más o menos cuadradito antes del próximo cambio de siglo. Acepto consejos y críticas.
No hay nada que
discutir
no hay nada que
recordar
no hay nada que
olvidar
es triste
y
no es
triste
parece que la
cosa mas
sensata
que una persona puede
hacer
es
estar sentada
con una copa en la
mano
mientras las paredes
blanden
sonrisas de
despedida
uno pasa a traves de
todo
ello
con una cierta
cantidad de
eficiencia y
valentia
entonces
se va
algunos aceptan
la posibilidad de
Dios
para ayudarles
en su
paso
otros
lo aceptan
como es
y por estos
bebo
esta noche.
C. Bukowski
Al precio que están los pisos terminaremos acuchillándonos por una ganga.
Bueno, esto ya es una realidad, gracias a la televisión. O sea, no es suficiente con que unos cuantos ladrones se hayan enriquecido especulando con el suelo de forma que los demás tenemos que dejarnos la vida pagando un techo. Y probablemente un techo con humedades y mal acabado. No es suficiente, no. Ahora, otros tiburones han tenido la brillante idea de hacer dinero con un concurso que va a exponer a determinadas parejitas frente a la masa, que harán lo indecible para conseguir su casita. No sé si lo verá la gente, pero concursantes no van a faltar. Y desde luego que van a tener debilidad de la que aprovecharse. Vamos, que me imagino a la hermosa fémina de la pareja practicando una felación a su contrario mientras canta la marsellesa en menos de quince segundos, y si él pone los ojos en blanco, la prueba es nula. Los productores del concurso podrán conseguir eso y más. Porque la juventud está desesperada y sin piso. Y ellos, los muy hijos de puta, lo saben.
Hace pocos años se realizó un experimento cuyos resultados no asombraron a nadie, lo cual no le resta nada de interés. Paso a detallarlo.
1- MATERIAL NECESARIO: Un tarro de cristal y un montón más o menos grande de piedrecitas.
2- PREPARACIÓN: Durante el periodo de noviazgo, por cada contacto sexual con la pareja (lease "polvo") se introduce una piedrecita en el bote.
3- PUNTO DE INFLEXIÓN: La boda. Se acaba el noviazgo y -pese a los consejos de amigos y veteranos en estas batallas- comienza una nueva etapa en tu vida. Bien. A partir de este momento, por cada contacto sexual con la pareja (lease de nuevo "polvo") SACAS una piedrecita del bote, que espero que a estas alturas tengas relativamente lleno.
4- CONCLUSIÓN PREDICTIVA: En toda la vida vaciarás el tarro de piedrecitas.
(Este post va dedicado a todos los que acaban de casarse o están en vísperas).
Yo de mayor quiero ser juez. Así todos tendrán la obligación de guardarme el respeto debido, y no podrán discutirme nada. Incluso cuando traten de recurrir mis sentencias, si cuestionan mi decisión tendrán que ir con mucho cuidadito ("con todo el respeto, y en ánimo de defensa..."), no vaya a ser que yo o cualquiera de mis colegas echemos una firma y se les caiga a los irrespetuosos el chiringuito encima.
Y quiero ser juez porque nunca me gustó tener jefes. Ni control. Y en la práctica esta profesión no tiene ni lo uno ni lo otro. Bueno, vale, sí es cierto que en determinadas ocasiones alguna juez se ha comido un buen marrón. Pero es que hay que armarla muy gorda para que eso suceda. Y yo, la verdad, me conformo con pequeñas sentencias sin importancia, como las de la Audiencia de Barcelona. Esas sí que son la caña: dejan sin indemnizaciones a los que se escojonan del andamio por no mirar bien donde pisan, y al que anda fumándose canutos en las alturas mientras trabaja -con la consiguiente pérdida de reflejos y la posibilidad de deshauciar a alguno de un ladrillazo en la cabeza- le permiten mantenerse en su puesto. Que fumar un porrito de vez en cuando no hace daño a nadie, oyes. Cómo mola.
Lo que no tengo tan claro es qué tipo de juez quiero ser. Igual esos que tienen una idea comprometida de la realidad, y adaptan las leyes a ella. Aunque tienen poco futuro, la verdad. Tal vez sea mejor inclinarse por esos otros que hacen de la decisión judicial una ciencia, o un arte. Disponen de hechos y leyes, y no se preocupan por más, ni contexto, ni realidad social, ni demás gaitas. Sí, creo que es la opción más cómoda. Al fin y al cabo, informarse sobre los aspectos que uno está juzgando es demasiado trabajo para lo que les pagan. Y además, para eso están los peritos, qué coño, que eso sí que cobran bien para lo poco que se lo curran.
En fin. Que quiero ser juez. Y si me sale mal y no alcanzo el puesto, pues me conformo con fiscal. Ea.