9 de Diciembre 2004

no, claro que no, gracias a ti

Un pequeño gesto, una palabra sencilla, algunas veces rompe el pilar maestro y se viene abajo todo lo contenido.

Yo la ayudé en todo lo que pude. Paseamos juntos por juzgados, comisarías y despachos de abogados. Acompañaba y también escoltaba, por si aparecía el hijo de puta en las cercanías. Acompañada se sentía más tranquila, más segura.

También fui torpe. Es imposible para el común de la gente, como yo, comprender y asimilar la embergadura de una situación como la que ella sufría. Era testigo del sufrimiento de una mujer, y de una madre, y cualquier consuelo resultaba torpe y vacío ante la inmensidad del dolor ajeno. Precisamente eso era lo más incómodo, lo que peor llevaba: la impotencia, el rechazo a un abrazo, a una caricia, porque nadie podía hacer nada, porque cualquier roce con el mundo que la rodeaba escocía, abrasaba. En ese tiempo tratarla resultaba insoportable, y aunque en todo momento intentaba comprender, me resulto imposible: me cabreaba con ella, y conmigo, y con los restos, por supuesto.

Los últimos días no pude más. Regresé a mi ciudad, sintiéndome culpable por no estar allí, en el terreno de la infantería, por retroceder hasta la comodidad de la retaguardia. A pesar de todo, de vez en cuando, volvía para echar una mano, o trataba de animar. Y ya digo que muchas veces de forma tan torpe, que conseguía el efecto contrario al que me proponía. Ahora ya terminó todo... o casi todo. Ella está mejor, más serena. Dice que aún se angustia bastante, pero yo sé que está mejor, lo percibo perfectamente.

Hoy hemos hablado, y me ha dado las gracias por todo. Tal vez a quien lea esto -si hay alguien ahí- le pueda parecer trivial, pero ha sido la palabra sencilla que ha derrumbado un sinfín de culpabilidades e impotencia, y me he echado a llorar como un nene. Durante un instante todo ha sido alivio y un cariño sin medida hacia esta mujer admirable.

No sé por qué escribo esto, o así, tan clarito, cuando lo mío es poner aquí un poema que nadie entiende, para comunicarme a medias, y desahogarme a medias. Tal vez es que desde este lugar puedo devolver las palabras con mayor tranquilidad. Y aunque sé con certeza que jamás leerá esto, puedo contestarla, por todo lo aprendido sobre mí, sobre ella y sobre los demás, porque durante un tiempo he formado parte de un equipo que pese a tener el partido perdido de antemano, ha seguido adelante, y así he comprendido la ventura y la desgracia de la perseverancia y el valor. Por todo ello, María, gracias a ti.

<__trans phrase="Posted by"> Areté <__trans phrase="at"> 9:09 PM | <__trans phrase="Comments"> (4)

4 de Diciembre 2004

Glisi

Glisi es un hijo de puta al menos de la Noruega. No me importa que haya ensuciado el espacio de los comentarios de palabras raras -ellos hablan raro-. Pero me jode la sensación de impotencia: no poder devolver el golpe. Tropecientos comentarios de propaganda de veteasabertú (el viquingo no lo comprendo... aún). Para comerle el hígado con bocados lentos y deleitosos. Y por otro lado, este movable type que para borrar comentarios es torpe y lento como el jefe mío dando libres.

Ays... y yo que quería hablar del mal de amores... La realidad se impone...

<__trans phrase="Posted by"> Areté <__trans phrase="at"> 6:22 AM | <__trans phrase="Comments"> (1)