Leo en el periódico que los cazadores cántabros están muy cabreados. Por lo visto, se trata de que han modificado los requisitos para tener prioridad respecto al resto de cuadrillas a la hora de practicar. Un asunto de empadronamientos por conveniencia para convertirse así en "cazadores locales". En fin, que les han jodido las maneras a la hora de chanchullear y ahora patalean.
Lo que más me llamó la atención fue la foto de un paisano con el arma al hombro: un estupendo rifle con mira telescópica. A mí esto de cazar con tales artilugios me parece una trampa vil y amariconada, propia de urbanitas domingueros que por un par de días retornan al fundamento de la supervivencia, al disfrute de la naturaleza y demás pamplinas...
Recuerdo hace unos mil años, cuando acompañaba a mi progenitor por el monte mientras esperábamos una presa. Me sentía un orgulloso colaborador al guardar un par de cartuchos en la mano por si la situación precisaba de rapidez para recargar la escopeta. Porque sin la telescópica, ni veinte tíos al lado con sus respectivas miras listas para deshacer cuanto se mueva, uno se la juega frente a frente, sin trampas. Y entonces sí, la caza se convierte en saber hacer, no sólo una cuestión de puntería, sino de conocer por dónde moverse y cómo, intuir un movimiento. Conozco a cazadores que les jode que se lo pongan fácil; lo atractivo es el reto, esforzarse, y sobre todo, no confundir el disparo final como única finalidad, sino como culminación de un proceso y una técnica, con el asesinato de un animal dibujado en la base de una mira con tropecientos aumentos.
¿Y sobre la caza nocturna qué?
Posteado por Srta.Vainilla - 31 de Marzo 2004 a las 12:52 PM