Últimamente tengo la agobiante sensación de que el caos que se menea a pie de calle y que tanto pavor nos da -tanto que necesitamos creernos casi todo lo que nos dicen y cuentan, curas, políticos, igual que antaño papá y mamá-, de que ese caos, decía, se me está colando por las orejas hasta el hueso de aceituna que rebota poco más arriba de mi cogote.
La pregunta, la que trata de encontrar el orden en todo esto, se podría formular: ¿para quién es todo esto? Está claro que no para las personas (pese a lo que nos cuenta la propaganda electoral de los peperos). ¿Para los grandes grupos de poder? Aunque tal vez ni para unos ni para otros, tal vez se trata de una máquina que han echado a andar y nadie tiene la más remota idea de cómo pararla, o siquiera dirigirla.
Está difícil protestar. Si hablas de pobrezas y de gente durmiendo en la calle -no es difícil verlos-, el universitario de turno con vocación de tertuliano te califica de demagogo. Si te planteas posibilidades, alternativas, análisis, si tratas de entender o piensas en voz alta, probablemente alguien te acuse de abusar de las masturbaciones mentales. Reconozco que es complicado, algunas veces, sentir el caos, los engranajes que pasan por encima del que no se espabila. Para eso están los horarios y sus relojes, las obligaciones, la hipoteca y las facturas, los formularios por triplicado y no se olvide usted de la fotocopia del DNI. Y finalmente, creo, todo parece una excusa: hay que organizarse, que somos muchos. Sí. Es complicado ser consciente de que todo va rodando sin demasiado sentido.
Esta parrafada viene a cuento. Últimamente hay una persona que cuenta conmigo, me pide poco, sólo que la escuche. No pretende que la aconseje, ni que dé mi opinión. Precisamente no me pide lo que el resto la ofrece sin que ella lo haya solicitado. Es curioso cómo pocas veces pensamos que en ocasiones las circunstancias no permiten más que esperar con sufrida paciencia. Y entonces, cualquier consejo sobre lo que se debería hacer solamente aumenta la sensación de impotencia en la víctima de todo ello. En definitiva, esta persona sólo necesita compañía. Por los restos, se las arregla muy bien. Está sufriendo el peso de toda la maquinaria, las incongruencias entre los principios y las prácticas. No voy a contar detalles, pero os aseguro que no exagero, que en cierto punto es tan evidente... Y no, no es una excepción, es una situación que corre bajo nosotros para muchas personas.
En fin. Como escribí una vez en otro lugar, cada vez resulta más evidente que en la gran historia del hombre podemos decir que nos encontramos en la pausa publicitaria.
A veces escuchar ayuda muchísimo, esa persona te lo agradecerá
Posteado por k-c - 23 de Enero 2004 a las 05:20 PM