Voy en el coche, camino hacia el oeste, y me esperan dos horas largas de carretera. Con alguien charlando al lado se hace más entretenido, así que decido parar la música y poner la radio. En un instante, un berraco toma al asalto los altavoces de mi cocha (sí, como otros tantos, he descubierto que mi coche es hembra, pero eso se merecería otro post para contar los porqués). El elemento en cuestión grita como un energúmeno, dice algo de pases, balón y los nombres de unos señores que no conozco. Mientras tanto, otro con voz más calmada va comentando lo que el otro grita. Como mi pretensión es arribar a destino entretenido y no con dolor de cabeza, cambio el dial. Tres cuartos de lo mismo: las voces tienen distinto timbre, pero el berraco y el calmado siguen ahí. Pruebo otra vez en distinta emisora. De nuevo aparecen. Estoy empezando a pensar que me persiguen, porque no puede ser que todas las emisoras de radio acuerden ignorar los gustos y preferencias de los que no deseamos gritos, ni balones sobre el cesped, ni hinchas vocingleros, ni banderas de juguete (y que al fin y al cabo respresentan a entidades privadas como pueden serlo Coca-Cola o Telefónica). Por fin desisto y vuelvo a poner la música. Prefiero escuchar mi propia voz cantando, por fea que suene.
A la vuelta -vamos a ahorrar líneas- me ocurre exactamente igual. Esta vez el fastidio medra hasta alcanzar tonalidades de odio visceral. Se me ocurren pequeñas ideas a forma de desahogo, como quemar el estadio de mi ciudad, y también fantasías varias, convertirme durante unos días en Aznar (más no sería soportable) y prohibir el futbol, o mejor aún, que en los descansos obliguen al personal a escuchar una disertación de Sanchez-Dragó sobre su propia labor literaria.
Pasan un par de horas, y me dirijo hasta mi lugar de trabajo, deseando contar estos rencores y sus causas a mis compañeros. Pero resulta completamente imposible, apenas aparezco por la puerta escucho altas voces. Me acerco curioso y prudente, por si hay guantazos, no vaya a salpicar. Pero no. Qué va. Es que dos discuten sobre el partido del Real Pichulín y el Fubol Club Campelona. Por lo visto la actuación del árbitro fue vergonzosa.
Si alguien encuentra un pasaje baratito a Marte, me lo comunique. Yo llevo las pilas para la radio.
(Fubol. Qué tiempos aquellos de tertulias, cuando las personas se interesaban por lo que ocurría con otras personas. Esta mierda de legado que nos dejó esa otra mierda llamada Franco, Generalísimo y últimamente Hijo de Puta. Durante cuarenta años sólo se podía hablar de futbol. Ahora que disponemos de la posibilidad de ampliar horizontes, hemos decidido atracar en este lugar de simplezas, noticias que no son noticias, sino un producto más a consumir, y de carencia de sensatez y conciencia sobre los verdaderos problemas, propios y ajenos. Menos mal que el domingo es día de liga y podemos distraernos un poco, ¿verdad?)
Pues siento no tener solución para lo de los pasajes a Marte pero, si te dá un día por ponerte a quemar estadios, avisame y te echo una mano.
La gasolina la pagamos a medias.
Posteado por Allan Psicobyte - 17 de Noviembre 2003 a las 11:14 AM