El otro día, entre un par de tazas de café, charlaba sobre la insatisfacción de la gente, en general. Es cierto que a donde vayas encuentras personas que no están agusto con la vida que tienen. Seguramente cualquiera que dé un repaso a su lista de familiares o conocidos encontrará un buen número de ellos en esta situación.
Estoy convencido de que nos educan con expectativas erroneas, que facilitan que ocurra esto que cuento. El sistema es bien sencillo. Por explicarlo con una analogía: cualquier persona que trabaje en asuntos relacionados con la motivación laboral o de consumo (cómo conseguir que alguien compre algo que no es fundamental para su existencia) sabe que la motivación para un buen trabajo o la compra de un producto se origina en la tensión. La tensión entre lo que uno tiene y lo que uno quiere. A nosotros nos educan como auténticos moldes para asimilar esa tensión por encima de límites razonables sin apenas ser conscientes de ello.
Necesitan de nosotros la intranquilidad, la insatisfacción. Ocurre que como no somos máquinas sencillas, esa intranquilidad puntual en lo económico, en la autorrealización personal, etc. se generaliza a otros ámbitos de nuestra vida, porque con esa misma actitud (que sería el cristal con que se mira) vamos a evaluar el resto de sucesos. Si esto se prolonga en el tiempo o en intensidad, no es difícil sufrir un episodio o un trastorno depresivo. O mostrar comportamientos agresivos.
Desde luego, todo esto no es más que una opinión durante un café muy agradable. Una impresión sobre lo que veo alrededor. En realidad, se puede resumir todo lo dicho con que no disfrutamos lo que ya nos pertenece -y me refiero además de las posesiones, a las relaciones personales- porque estamos demasiado pendientes de una realidad inalcanzable. No sé a quién coño se le ocurrió eso de que el hombre tiene que buscar la felicidad. Lo mismo podría haber dicho un Patiduplá o un camello de cinco jorobas. Porque lo ambiguo es inalcanzable; una vez alcanzada la meta siempre queda el poso de la duda, y así la evaluación de uno mismo se realizará en función de lo que aún no se posee, en vez de centrarnos en la realidad concreta, de lo ya conseguido, porque es la que verdaderamente nos afecta cada día.
Y repito, es sólo una opinión. Desde luego que es un asunto demasiado complejo como para ventilarlo en una charla amigable. Así que el que lea estas líneas, que no las tome demasiado en serio. También es cierto que cuando se centra la atención de un texto en un tema determinado parece que se sobredimensiona. Está claro que las emociones y los estados de ánimo varían según las circunstancias. Pero no es menos verdad que todos, en mayor o menor medida, sufrimos esas frustaciones, que bien analizadas no tendrían que ser motivo de malestar ninguno.
Ayer se me pusieron todos los pelos de punta viendo los anuncios de juguetes para los niños...
Nada de granjas, ni de castillos, ahora los clicks de famobil pasan sus días en el interior de un centro comercial.
Posteado por fatalidad - 27 de Octubre 2003 a las 10:56 AM