Allá por el 98 entré por primera vez en una sala de chat. Ya había oído hablar de ello, y tenía mucha curiosidad. Así que lo cogí con ganas. En unos meses conocí a muchísima gente, incluso se puede decir que tenía cierta popularidad entre los que se pasaban la noche tecleando en el canal, que trataba sobre psicología. Qué tiempos. De aquella época quedaron dos buenos amigos, y he sido testigo de sus historias hasta este mismo momento. Incluso tuve algo que ver, por poquito que fuera, en que uno esté felizmente casado y ya con descendencia, y el otro esté a punto de casarse (boda de la cual seré testigo, para mi satisfacción).
Pero según va pasando el tiempo sucede como en el resto de ámbitos: nos vamos volviendo más selectivos con la gente que tratamos. Conocí a mis compañeros de psicología, todos estudiantes de la UNED. Descubrí que la gente se puede tomar muy en serio las actitudes de otros que viven muy lejos y que no tienen nada que ver en sus vidas, como si todo esto no fuera más que una actividad lúdica. De hecho, estoy pensando en estudiar el fenómeno, porque tiene tela que cortar. El caso es que por unas cuestiones o por otras, dejé de tratarme con algunos de esos estudiantes. Por contra conocí -siempre ocurre- gente estupenda con la que todavía hoy día charlo de vez en cuando. Ah, y a la mujer que me enamoró, una hermosa asturiana.
(Cambio de párrafo, que si no me lío a escribir sobre la hermosa asturiana y no es el tema) En fin. Primero fue el mezquino Yago, luego un despistado peregrino, y ahora soy un leon-, así, con el rabito, y así como quien no quiere la cosa ya han pasado cinco años, que en estos términos parece una eternidad.
El chat es un lugar extraño. Mucha gente deseando demostrar sus rarezas, otros tantos ocupados en su propia mismidad, y una minoría que sí desea comunicarse. Podría contar historias e historias de todo tipo. Por ejemplo, conozco personalmente a una de las personas que salvaron a una chica que se había tomado una pastillada para matarse: llamaron al 112 y dieron su dirección (creo que incluso lo contaron en la caja tonta). En el chat se consiguen relaciones muy intensas en muy poco tiempo, y desaparecen igual de rápido que llegaron. La gente busca amor (como siempre), y lo hace de las formas más arriesgadas (como siempre). En definitiva, todo lo que sucede fuera de la pantalla, en cada casa, en las calles, en el trabajo... tiene su reflejo en lo que ocurre en la pantalla. Esto hay que tenerlo en cuenta. No es que los que chatean están chiflados. Lo estamos todos, de una manera o de otra.
Yo que me pasaba el día y la noche chateando... De repente, me he dado cuenta que llevo años, si al menos dos o tres años sin entrar en un chat... por que el messenger no cuenta ¿verdad?... No, no cuenta, es como el telefono...
Posteado por fatalidad - 21 de Octubre 2003 a las 11:49 AM